Archivos para nueva normalidad

La nueva normalidad que se vislumbra tras un aparente próximo final de la pandemia por conoravirus COVID-19 era esto, era volver a los fascistas tomando las calle montados en los vehículos de alta gama que pasean ostentóreamente (Gil dixit).

La nueva normalidad era que, ante un aparente final de la pandemia, los fascistas volverían a exhibir su bandera, sí, la suya, sujeta con palos con los que agredir a quienes creen, ingenuos, que es la bandera de todos.

La nueva normalidad era que, cuando intuyen que los servicios públicos les han salvado de la pandemia, volverían a reclamar sus recortes, sus diatribas contra la sanidad pública, con la educación pública.

La nueva normalidad era que, cuando visualizan el fin de la pandemia a la que ellos no se han enfrentado y han dejado que sea el pueblo quien lo haga por ellos, reclaman lo que siempre han creído: que el poder les pertenece por derecho natural, por designios divinos, como ponía en las monedas acuñadas por Paca la Culona, por la gracia de Dios.

La nueva normalidad, al final, es que quienes detentaron siempre el poder, ahora lo reclaman contra quienes lo ostenta democráticamente.

La nueva normalidad es volver a poner “en su sitio” derechos (los de ellos) y obligaciones (todas las nuestras) y colocar en medio, como barricadas, su bandera. Sí, la suya exclusivamente.

Vale.

En enero de 2020, la congregación de las Hermanitas de los Pobres anunció su marcha de Cáceres después de más de 140 años en la ciudad. Las razones se pueden ver en las noticias de mediados de enero. La residencia de ancianos que regentan, se cierra y la marcha de la ciudad de las monjas hacen que el inmueble esté ahora mismo en el mercado inmobiliario.

Hace poco menos de un mes, El Corte Inglés anunció el cierre de la planta de INDUYCO en la ciudad. Una industria que llegó a tener más de 600 trabajadores, aunque ya solamente queda menos de 40. Según la información de la empresa, será en el primer semestre de 2021 cuando echen el cierre.

Cuando nos llegue la nueva normalidad y, ojalá, se encuentre una vacuna contra el COVID-19, Cáceres se encontrará un poco más cerrada de lo que ha venido estando en los últimos años. Cerrada por falta de uso.

No parece que tras lo sucedido con el coronavirus, el edificio de las Hermanitas de los Pobres (conocido también como “Mi Casa”), haya empresas privadas, inversores privados que apuesten por comprar el inmueble y mantener su uso como residencia de mayores. Y otros usos, como hoteleros, tendrán que someterse a la nueva normalidad, a los nuevos requisitos que hayan de reunir las nuevas aperturas de hoteles si, como parece, se modifican de manera sustancial.

También puede resultar complicado encontrar inversores privados para la adquisición de la fábrica textil que cerrará próximamente. La “nueve normalidad” tendrá efectos negativos sobre las inversiones privadas, pero, al mismo tiempo, creará nuevas oportunidades de negocios, lo que podría posibilitar a El Corte Inglés encontrar compradores para su fábrica.

Se me antoja más fácil “dar salida” en la “nueva normalidad” a la fábrica textil que al inmueble de las hermanitas de los Pobres. Solamente una modificación, compleja, del PGM para facilitar su uso residencial, con una rentabilidad alta (aumento significativo de las superficies construidas), serían una opción. Pero no parece que un PGM prácticamente sin estrenar desde su aprobación en 2010 pueda ser sometido a una tensión tan alta.

Cuando escribo esto, (viernes, 8 de mayo de 2020) los sindicatos y asociaciones de profesores consideran prematuro abrir los centros escolares y menos aún realizar actividades presenciales. En este debate, sobre cuándo realizar la vuelta a la escuela y en qué condiciones, hemos de considerar interesante la posibilidad de reducir la ratio de alumnos por aula, con dos variables: aumentar el número de profesores y aumentar el número de aulas. Alternativamente, la formación online debería ser reforzada, y mucho, para poder disminuir las necesidades de nuevo profesorado y de nuevas aulas.

Además, habrá de evaluarse cómo acometer la reapertura de centros escolares tanto de la ESO, Bachillerato, FP y, también, la Universidad. Los centros escolares de todo tipo habrán de adaptarse a la “nueva normalidad” hasta tanto se encuentra una vacuna eficaz, lo ahora mismo es un futuro demasiado incierto, a pesar de las múltiples investigaciones en marcha.

Analizar los recursos con los que cuenta la ciudad para aminorar el impacto, especialmente sobre los espacios físicos disponibles para la enseñanza presencial, incluiría inmuebles cerrados (de titularidad pública, principalmente) y su adscripción a nuevos usos. O inmuebles privados convertibles en uso docente, que pudieran asumir un número de alumnos suficientes que ayudara a racionalizar las necesidades adaptadas a la realidad. Un ejemplo, a vuela pluma, sería llegar a un acuerdo con El Corte Inglés y convertir la fábrica de INDUYCO en un centro de Formación Profesional para la familia textil, siempre que pudiera facilitar un número adecuado de plazas para alumnos.

Dejo fuera de esta reflexión los centros privados, que habrán de adaptarse, sean o no concertados, para conseguir un modelo de enseñanza lo más homogéneo posible en la ciudad, y también otros centros escolares o de formación que estarían en la misma disyuntiva de adaptarse a la “nueva normalidad”.

Vale.

¿Qué será eso de la nueva normalidad? ¿Cómo será? ¿Cuánto nos afectará?

Cuando ayer, 28 de abril de 2020, el presidente del Gobierno se refería a la nueva normalidad y vi el “furor” causado por la expresión, no me quedó más remedio que escuchar la comparecencia entera (sin las preguntas de los “periodistas”). Más que nada por hacerme una ligera idea de a qué se refería.

Parece que los efectos de la pandemia causada por el coronavirus o COVID-19 van a ir más allá del tiempo que se tarde en doblegar la curva o de declarar superada la pandemia. De hecho, y fue una de las cosas que afirmó Pedro Sánchez es que no habrá fin de la pandemia hasta que no se encuentre una vacuna eficaz que prevenga de nuevos contagios masivos. Por lo tanto, más allá de la desescalada (otro concepto nuevo que asumimos con absoluta “normalidad”) habrá que seguir manteniendo algunas pautas, tanto sanitarias y de higiene individual, como de protección. Fue curiosa la afirmación de Pedro Sánchez de que hasta que se encuentre la vacuna, será “altamente recomendable” el uso de mascarillas en transportes públicos, en espacios con numeroso público, etc. Usar mascarilla hasta que aparezca la vacuna será un elemento de la nueva normalidad. No llevarla, sin que exista vacuna, se convertirá en un elemento de la “vieja” normalidad, que será una práctica peligrosa.

Pero habrá otros elementos a tener en cuenta en esa nueva normalidad, y pensando en diversos escenarios, podrían tener algunas prácticas preventivas. Ahora ya es habitual que en los colegios públicos, los niños más pequeños tengan un horario de recreo, y cuando es posible, un espacio, diferenciado de los más mayores. En un futuro, un colegio con 350-400 alumnos, tendrá que prever situaciones en las que las aglomeraciones sean menores. Seguramente, los consejos escolares y las ampas tendrán que valorarlo.

Lo mismo sucederá en los centros de ESO, en las Facultades Universitarias (sobre todo en este caso en los primeros cursos, que es donde más alumnos se concentran).

En la nueva normalidad se irán produciendo implantación de nuevas “normas” que modulen las concentraciones en poco espacio de muchos ciudadanos, o que por las actividades que estos realicen pudieran estar expuestos, sin vacuna previa, a producir contagios.

Frente a las nuevas normas que surjan, bien desde decisiones políticas y/o administrativas, hasta regulaciones propias de colectividades o empresas, se mantendrán dos niveles, a mi juicio, de reticencias. Por un lado, se producirá un número de voces discordantes negando la necesidad de nuevas normas en base a criterios puramente dogmáticos o políticos. Estas discordancias se irán resolviendo en la medida de que la sociedad vaya aceptando las nuevas reglas de funcionamiento, o, si se produce un mayoritario y evidente rechazo, manteniendo las anteriores a la declaración de pandemia. Por otro, estarán las reticencias basadas en conceptos muy concretos, en actividades muy concretas, que no cuestionarán de plano las nuevas normas, pero que pretenderán que las que los colectivos que impulsen la negativa a aceptarlas, puedan, de modo expreso, volver a prácticas sociales previas a la aparición del COVID-19.

En esa nueva normalidad, tendrán un papel preponderante las alarmas sanitarias de cualquier índole, reales o sobredimensionadas, que obligarán a los gobiernos a adoptar medidas preventivas. Ejemplo de esto último, lo tuvimos ya en España con una amenaza de gripe que llevó al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a hacer un acopio de vacunas que luego resultó que fueron necesarias. Ahora sería distinto: además de las decisiones políticas de prevenir mediante stocks de productos sociosanitarios, estarían las decisiones políticas y administrativas de regulación expresa de las relaciones sociales.

Vale.