Archivos para Centro de las Artes Visuales Fundación Helga de Alvear

Se descuelga la alcaldesa de Cáceres, Elena Nevado, del Partido Popular, con una propuesta que pretende ser de mérito, basada en el Reglamento de Honores municipal: otorgar la medalla de la ciudad de Cáceres a Helga de Alvear.

Por supuesto, nada que objetar a los merecimientos de la coleccionista de arte que ha decidido que su magnífico tesoro pase a formar parte de la ciudad. Pero otorgarle la medalla de Cáceres, una parte de Extremadura a quien ya tiene la… de Extremadura, no parece muy conveniente.

Sin duda, Helga de Alvear aceptará el reconocimiento, porque lo es, pero es un reconocimiento que ya tiene recogido en los múltiples méritos que acreditaron la concesión de la Medalla de Extremadura.

Son otras muchas cosas las que desde el Ayuntamiento han de hacerse y que satisfarían más a la coleccionista. Por ejemplo, que el municipio, que el gobierno municipal, que forma parte de la Fundación, realice una campaña activa y proactiva para que los cacereños conozcan las obras que, exposición a exposición, van mostrando los tesoros artísticos de Helga de Alvear. Eso ya es otra cosa, es necesario pensar, dedicarle tiempo, demostrar capacidades… creer que, de verdad, las obras de la colección son obras de arte. Algo que dudo que los miembros del equipo de gobierno municpal tengan claro.

También, y mucho más importante, es que el equipo de gobierno del Ayuntamiento reclame de la Junta de Extremadura, perdón del Gobierno del virrey Monago, que la segunda fase del proyecto del Centro de las Artes Visuales Helga de Alvear, el edificio proyectado por Tuñón y Mansilla, se desarrolle y ejecute. Esa, y no otra, sería la verdadera medalla de Cáceres para quien se merece no una, si no todas las distinciones posibles.

Pretender que con la Medalla de Plata (la de Oro es la que ya le otorgó la Comunidad Autónoma entera) se puede tapar el compromiso que la región tiene contraído con quien, salvando las distancias, o sin salvarla, ha decidido que la mejor colección de arte contemporáneo de España, sea para la ciudad y para la región lo mismo que la Colección Thyssen para Madrid y para España.

Recientemente, tuve la ocasión de ver la colección que Carmen Cervera, la baronesa Thyssen, ha cedido a la ciudad de Málaga. Una colección que tiene grandes obras junto a otras que no pasarían el filtro de museos provinciales costumbristas, pero que la ciudad andaluza está mimando, atrayendo a muchos visitantes, con fuertes medidas de promoción. Algo que va más allá de una medalla.

Vale.


Obra de Marlene Dumas

La inaugurada rehabilitación de la Casa Grande, sede del Centro de las Artes Visuales Helga de Alvear (CAVHA CÁCERES), acoge una muestra de 115 obras de la galerista, un porcentaje mínimo de las 2.500 que componen su colección. Ningún cacereño debería perderse un paseo por las salas para soprenderse, para emocionarse, para sentirse dentro de un mundo, el arte contemporáneo que desde ahora tiene un epicentro internacional en nuestra ciudad. También, la Fundación debería promover el conocimiento del Centro haciendo algo muy necesario por lo que de nuevo tiene todo lo que se puede ver: un poco de pedagogía con muchos colectivos sociales.

Pero esta inauguración, y precisamente por el mundo nuevo y sorpresivo que trae a una ciudad tranquila, parsimoniosa, y por el valor inmaterial y material que la colección de Helga de Alvear tiene, no debe ser más que un punto y seguido.

Un punto y seguido que tiene que ver con la agilización, a pesar de la grave situación económica que venimos atravesando, del proyecto del edificio anexo, de los arquitectos Tuñón y Mansilla, porque la importancia cultural, turística y económica que supondrá para Cáceres el Centro cuando esté completo merece mucho la pena.

Cuando se haga la primera criba de las ciudades aspirantes, criba que pasará Cáceres con solvencia, deberá acometerse la segunda, y paralelo a ella deberá discurrir el procedimiento de puesta en marcha de las obras del nuevo edificio, que albergará en su conjunto la totalidad de la colección.

Por cierto, el valor de la colección, cifrado en 140 millones de euros, bien merece la pena que quien recibe un regalo de ese tipo disponga del mejor continente para albergarla.

Vale

La apertura del Centro de las Artes Visuales Fundación Helga de Alvear, CAVHA en Cáceres ha supuesto una inyección de moral para redoblar los esfuerzos en la consecución de la Capitalidad Cultural Europea de 2016. (Conste que no lo he hecho a propósito, pero en el mismo párrafo me ha aparecido El Redoble, esencia antigua, con la modernidad exultante de las artes.)

El domingo 6 de junio, día de puertas abiertas, estuve paseando por las salas, obteniendo fotografías para colgarlas en facebook y, sobre todo, para tenerlas como prueba de la primera impresión que la colección Márgenes de Silencio, pequeña muestra de las 2.500 obras atesoradas por Helga de Alvear desde 1965, me ha causado. Cuando más adelante vuelva a ver las fotografías, después de volver a visitar la exposición, podré encontrar esos puntos de aturdimiento ante el volumen, la calidad y la sorpresa que muchos materiales y obras expuestas me han causado. Las instantáneas obtenidas son, serán, las instantáneas de mi primer acercamiento al conjunto.

Después de descargar la cámara, sin ni siquiera haber ido tomando nota de los autores de las obras que iba fotografiando, me he encontrado con una fotografía que me sugiere muchos apuntes.

En primer lugar, sobre una parte de la obra se reflejan las puertas del ascensor, del montacargas en realidad, necesario para mover algunas instalaciones. Un elemento de la obra de rehabilitación de la Casa Grande o Casa del Millón (se cuenta que quien la mandó construir, Benedicto Arias, encendía los puros con billetes del Banco de España) llamativo por su tamaño.

En segundo lugar, cuando paseaba me encontré con Manolo Díaz, un antiguo vecino, ya jubilado del Ayuntamiento, con quien compartí la visita un par de salas. Sorprendido, pero con la mentalidad abierta a recibir a cada vuelta de pasillo una nueva sorpresa.

En la fotografía que tomé, al verla en la pantalla, Manolo mira la imagen de la obra expuesta y él mismo se refleja en el vidrio que la compone. Y, ya metido en el fondo de la instalación, mira desde ese fondo lo mismo que estaba viendo desde la puerta del ascensor. Sin darme cuenta, la fotografía que tomé de una obra expuesta incorpora dentro la visión, natural y admirativa, de quien ve un conjunto artístico que causa, como su rostro y su lenguaje corporal expresan, sorpresa y curiosidad.

Vale.