Archivos para Afganistán

La muerte de un capitán y un alférez de la Guardia Civil (y del traductor, con nacionalidad española) en atentado terrorista en Afganistán ha vuelto encender una bombillita en la ultraderecha (en la que se incluye el PP) para conseguir que el Gobierno socialista reconozca que España está participando en una guerra en Afganistán.

Rajoy y los suyos no pretenden, como dicen, que Zapatero “diga la verdad” (según ellos, “que estamos en una guerra en Afganistán”), sino que reconozca una situación de guerra que justifique y ampare la deplorable acción de Aznar en las Azores. Acción política, de llevar a España a una guerra ilegal, por la que debería haber sido juzgado penalmente por los tribunales.

La muerte del capitán Galera y del alférez Bravo se debió a un acto terrorista que tenía, como única finalidad provocar una respuesta de los militares españoles que fuera asimilable a una acción de guerra. El capitán Galera y el alférez Bravo estaban cumpliendo un trabajo, el de adiestramiento para la nueva policía afgana, bajo mandato de la ONU, como bajo cuyo mandato están operando en la provincia de Bagdhis.

La situación en el país asiático es de un grave conflicto social, político y militar. Las FAS españolas intervienen en los dos, en el social, con acciones de cooperación muy destacables, y con algún apoyo, escaso, de instituciones extremeñas (Caja de Extremadura y Diputación de Cáceres), y en el político, con formación y apoyo a las autoridades locales, a las que están tratando de dar instrumentos y habilidades para la conformación de un gobierno local que, con la policía y las unidades militares agfanas que se están adiestrando, puedan asumir su propia dirección política. El conflicto militar está desarrollado básicamente por las fuerzas de EEUU, en diversas ofensivas contra zonas claramente dominadas por grupos talibanes.

Esta participación española la conoce perfectamente Mariano Camps, pero el hecho de que cada vez que se refiera a él lo haga sabiendo que la respuesta será que él mismo formaba parte de un gobierno que decidió, a mayor gloria de su mediocre presidente, lleva a España a una guerra ilegal, le descalifica. El seguidismo que de las opiniones que se vierten en los medios de comunicación que se venden en el barrio de Salamanca y similares de toda España es la muestra además de una deficiencia ideológica abrumadora, y de una falta de capacidad política que se suma a la falta de volunta de trabajo que lo ha convertido en el paradigma de la más absoluta indolencia.

Por mucho que lo intenten los ultraderechas, sus voceros y sus plumillas, España está realizando una acción amparada y bajo mandato de la ONU, en un espacio físico, Afganistán, sometido a graves tensiones violentas, pero no está participando en una guerra. Y menos en una guerra ilegal, en contra de las previsiones de nuestra Constitución.

Vale.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua establece estas cinco acepciones para la palabra guerra.

1. f. Desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias.

2. f. Lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación.

3. f. pugna (‖ entre personas).

4. f. Lucha o combate, aunque sea en sentido moral.

5. f. Oposición de una cosa con otra.

Cuando hoy conocemos que un soldado español ha muerto en un atentado mientras formaba parte de una patrulla de reconocimiento para el paso de un convoy de alimentos, dentro de la operación ISAF de la ONU, la derecha española, mejor dicho, la ultraderecha española, que incluye al PP, vuelven con la retahíla de que Zapatero debe reconocer que España está en guerra en Afganistán.

He recogido las acepciones de la RAE porque cuando la extrema derecha política y mediática vuelve con esta tabarra, se olvidan de que tenemos un idioma rico, muy rico, hasta el punto de que la utilización de cualquier palabra evidencia una forma de pensamiento.

Si Rajoy y el resto de la extrema derecha consideran que España está en la “guerra de Afganistán” (para justificar el delito contra la Constitución que cometió José María Aznar haciendo participar a España en la guerra contra Sadam Hussein sin cumplir los procedimientos marcados en la Carta Magna), debería, por higiene democrática, cumplir los preceptos que marcan las definiciones.

En primer lugar, Rajoy y la extrema derecha en general siempre afirman, porque no pueden afirmar otra cosa, que Zapatero debe reconocer que “España está en guerra en Afganistán”. La preposición EN define claramente que no estamos en una guerra. Porque para estar en guerra debe identificarse al enemigo y actuar militarmente en consecuencia, esto es, mediante el hostigamiento, la persecución y obtener, así, el éxito en la campaña.

La preposición marca claramente el concepto. Es preciso recordar que las preposiciones, en nuestro idioma, son muy importantes, como explicó en su día Ortega y Gasset.

Sería deseable que todos aquellos que, desde la ignorancia muchos, y desde la maldad intrínseca otros (Rajoy entre ellos), afirman que España está en guerra en Afganistán tengan la misma valentía con la que insultan al Gobierno y, con ello, al propio Ejército que actúa siguiendo el mandato constitucional que establece que es el Gobierno el que decide y ordena, para que determinen cuál es el enemigo al que se combate. Es decir, que digan CONTRA que nación, CONTRA qué Estado, está España en guerra.

Que digan, si tienen decencia, estas gentes de la extrema derecha que desean que soldados españoles vuelvan en ataúdes para atacar al Gobierno cuál es la guerra, porque España está desarrollando en Afganistán las misiones que están marcadas por la ONU, les guste o no les guste.

Y sí se puede decir al suplente de Aznar y a todos los correligionarios de extrema derecha que la intervención en Irak lo fue porque el presidente del gobierno de España quería complacer (en cualquiera o en todas las acepciones del diccionario) a su amo. Y metió a nuestro país en una guerra ilegal, acto en contra de los mandatos constitucionales de los que debería dar cuenta.

Vale.

Hoy, el Diario del mismo nombre publica una información sobre Afganistán, al hilo de la muerte del Cabo Cabello Santana, y sobre unas declaraciones de Rubalcaba en las que el ministro del Interior afirma que aquello no está saliendo bien. En esa información se alude a que “miembros del PSOE” señalan que hay que “hay que explicar mejor el despliegue militar”. Por supuesto, miembros del PSOE que no se identifican. Vamos, que lo que dijo Rodríguez Ibarra antes del último Comité Federal socialista era cierto: que algunos no dicen lo que tienen o lo que quieren decir donde deben hacerlo y se escudan en el off the record para dar de comer a la prensa.
Dejando aparte el recurso a las “fuentes generalmente bien informadas”, eso de explicar mejor el despliegue militar tiene mucho sentido, especialmente en zonas como Extremadura, cuyos cargos políticos, de todos los partidos, adolecen de una notable falta de cultura en materia de Defensa.
El año pasado, en octubre, con motivo del Ágora, se organizaron unas jornadas de seguridad y defensa a la que asistieron algunos diputados socialistas a la inauguración, pero no al desarrollo de las mismas. Del PP, nadie, ni a la inauguración siquiera. Tampoco se vieron cargos públicos de áreas que tienen mucho que ver con la Defensa Nacional, que es un concepto que no se limita solamente a las Fuerzas Armadas, que no es un asunto que competa exclusivamente a las FAS.
La falta de cultura de Defensa de la clase política extremeña es abrumadora. Rara vez se hacen declaraciones públicas, y cuando se hacen, normalmente con motivo de alguna celebración o de alguna audiencia entre autoridades, la falta de conocimientos es notoria.
Esa falta de cultura de Defensa se aprecia también, ¡y cuánto! en las relaciones institucionales ordinarias, en las que el protocolo es lo único que más acertadamente se lleva. Pero en cuanto a competencias y relaciones entre administraciones, el desconocimiento mutuo es evidente.
Y si los dirigentes políticos son ignaros en la materia, ¿cómo explicarán a los ciudadanos el despliegue en Afganistán? O como hace el PP, con qué facilidad, sin saber a lo que realmente se refieren ellos mismos, tratan de convencer a los ciudadanos que España está en guerra. Claro, que para que haya una guerra no explican contra quién estaría España en guerra, ni explican que la presencia española en Afganistán es dentro de una misión de la OTAN en cumplimiento de una resolución de la ONU, por cierto, prorrogada hoy mismo.
Entre los dirigentes que no saben de qué van los asuntos de la Defensa y no pueden explicarlo, y los que, con el mismo grado de desconocimiento solamente repiten como loros los argumentarios que les mandan, los ciudadanos terminan recurriendo a lo más fácil (no lo más sencillo) y pensando y diciendo que España está en guerra porque un cabo, el Cabo Cabello Santana, ha muerto en Afganistán.
El Cabo Cabello Santana ha muerto en Afganistán en el cumplimiento de una misión aprobada por la ONU y encomendada a la OTAN, y lo primero que hay que explicar, lo primero, es que la ONU no declara la guerra a ningún país, a ningún territorio, a ninguna etnia.
Vale.

Misiones de Paz

cercadelasretamas —  noviembre 10, 2008 — Deja un comentario

La muerte, en atentado terrorista, de dos soldados españoles, el brigada Juan Andrés Suárez y el cabo Rubén Alonso, en Afganistán, vuelve a poner de manifiesto, una vez más, cómo interesa retorcer los argumentos de quienes no terminan de entender cuál es el papel, cuál es el trabajo de las tropas españolas en ese estado fallido.
De nuevo se pide al gobierno que aclare el sentido de la misión militar, cuando es meridiana: se trata de una misión de paz con mandato legal internacional. En Afganistán, en estos momentos, hay dos misiones militares: una, la que lleva a cabo Estados Unidos, que es una acción de guerra, y otra la que llevan los países que, como España, intervienen en una misión cuya finalidad última es recomponer la estructura de un estado fallido en un estado dotado de una estructura política, social, económica, judicial y militar propia.
Los riesgos, en lugares como Afganistán, son ciertos, claros y siempre, desde el gobierno, se ha dicho que es una misión de riesgo, difícil, pero no es menos cierto que las acciones de guerra de los EEUU influyen en una dispersión mayor por el territorio afgano de grupos talibanes, que actúan buscando respaldo civil contra militares de los diversos países que están allí presentes, sin distinguir, porque no les interesa, entre los que combaten en una guerra de los que ejercen uniformados una labor de paz y de apoyo a la reconstrucción.
Repetir, machaconamente, que el gobierno tiene que aclarar la finalidad de la misión, el «para qué están allí» nuestros soldados (estos machacones enfatizan: «para qué estamos allí», cuando ellos están en las trincheras de la retaguardia con el pulgar bajo los tirantes) no tiene otra finalidad que tratar de demostrar que España está en guerra. Es lo que quieren, es lo que vienen, como martillo pilón, repitiendo una y otra vez para «demostrar» que Afganistán es lo mismo que Irak.
Estos señores de la guerra de la calle de Serrano pretenden, así, lavar sus conciencias cuando apoyaron tocando palmas con las orejas la entrada de España en una guerra ilegal, la de Irak, en el afán de un sujeto, el tal Aznar, de meternos en la historia: en la historia oscura de las ilegalidades internaciones.
Por cierto, y al paso, que los teóricos de la estrategia de la FAES y del melenas del bibote, el autodenominado GEES acaba de comparar a Barack Obama con Hitler. ¿Y a Aznar, con quién lo podemos comparar?
Hoy, cuando todavía regresan a nuestro país los cuerpos de Juan Andrés y Rubén, deberíamos ser más respetuosos con quienes, en una misión de paz, al amparo de la legalidad internacional, y por mandato legítimo, han encontrado la muerte trabajando por ello.
Loor a los soldados y desprecio a los hipócritas.
Vale.