Pongamos que hablamos de Pedro Enrique y su mochila.
Como seguramente, amable lector, seas un curioso y detallista viandante, cuando paseas, recordarás aquellos tiempos en que, por el bulevar central de la ciudad, flanqueado por sucursales bancarias, edificios públicos, cines (alguno habría), oficinas de recaudación, pasaban los ejecutivos de las empresas más significadas de la ciudad. Quien dice ejecutivos, dice administrativos, jefes de alguna sección de la administración… con sus maletines color cuero, gruesos como un ladrillo de 7, en los que guardaban nada más que las facturas a repartir entre las empresas deudoras, y para recoger la documentación del apartado de correos y de las cajas de las entidades bancarias.
Eran, los ejecutivos, un grupo muy definido, que se movía con trajes grises, claros, y se diferenciaban de otro grupo que, sin portar maletines, también iban trajeados, pero un pañuelo en el bolsillo exterior de la chaqueta, y andar despacio, contemplativo.
Aquellos ejecutivos no llevaban en sus maletines ningún mal recuerdo de sus tareas, y, en muchos casos, el maletín era un capricho que se había dado, a su costa, para no desentonar de otros iguales.
Sucedía, a veces, que pasaba por el bulevar aquel conspicuo ejecutivo cuyo maletín estaba acabado en piel de cocodrilo (una vulgar imitación, porque para una pequeña ciudad ya servía), un poco más grueso que el del común de los habituales, como de un ladrillo de 8 de anchura. ¡Eso era un ejecutivo! al que todos miraban con deleite y, como acto reflejo, miraban sus corrientes maletines…
Ahora, hace ya un tiempo, los ejecutivo no llevan maletín. No lleva facturas para deudores, ni ningún folleto para inversión. Ahora, el ejecutivo, como Pedro Enrique, lleva una mochila.
La preferida de Pedro Enrique (tiene varias) es la modelo military de Loewe, un modelo espacioso y versátil, que incluye un compartimento principal y una sección adicional bajo la solapa plegable, que se asegura con un cierre magnético y hebillas adicionales. Sus correas acolchadas son ajustables gracias a unos deslizadores de metal. Ideal para llevarla a la espalda, al hombro o en la mano, con amplio bolsillo interior para ordenador portátil, forro de lona de algodón con estampado de espiga y el anagrama de la marca en relieve. Un pequeño capricho de casi 2.000 euros que Pedro Enrique se dio para celebrar su último nombramiento como CEO.
La mochila es ese accesorio donde cada uno, en su caminar, en su desplazarse por la vida, va guardando sus éxitos y sus fracasos. Un triunfador como Pedro Enrique guarda solamente sus éxitos, unos éxitos que le han llevado de ser el CEO de grandes empresas nacionales del sector de la construcción y obras públicas, las mismas que han recibido una cuantiosa multa de la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia, y que los medios se han apresurado a resalta, porque cuanto mayor es la multa, más importantes son las empresas propietarias de esos medios.
Cada CEO, en su mochila guarda un pendrive de diseño, un smartphone, o, los más caprichosos, un iPhone de última generación. Son estos los que llevan un ligero y finísimo Mac, luminoso para epatar. No todos los CEOs son como Pedro Enrique y llevan un portátil corriente, aunque de diseño elegante. La tecnología del Mac no es accesible a todos, ni siquiera a todos los CEOs.
Pedro Enrique, nuestro CEO, hace ostentación de sus capacidades que ha desarrollado en grandes corporaciones, desde las cuales he podido crear y hacer crecer empresas, diversificar sus servicios, reestructurar, abrir y consolidad mercados en las siguientes regiones: LATAM, NA, APAC y EMEA.
Como pequeño detalle, su perfil en linkedin buscando trabajo señala una preferencia por Madrid y sus alrededores, con lo que ya sabemos que Cáceres está en esos alrededores.
Quizás la mochila de Pedro Enrique, nuestro CEO haya olvidado algún hito destacable en su dilatada carrera como ejecutivo, pero eso es perdonable cuando nos ha colocado tan cerca, tan cerca de Madrid, en sus alrededores.
Vale.
… continuará…