Los grandes incendios que se están produciendo este verano en España, están produciendo, a su vez, grandes incendios en las ideacas y verborreas varias generalmente de los cargos públicos encargados de activar los mecanismos para apaciguarlos. Lástima que el único mecanismo aplicable a los lenguarones no se contemple: la dimisión.
A mi juicio, son tres las causas que originan los incendios: los pirómanos, ya sean contemplativos, ya a sueldo; los aspectos climáticos como las tormentas con aparato eléctrico; y la basura que se acumula en determinados puntos, especialmente si esa basura contiene vidrios y elementos potencialmente incendiarios.
Este terceto de elementos, con algunas variables, es el mismo que ha sido prácticamente el origen de los fuegos.
El cambio climático, por sí mismo, no es causa de los fuegos, aunque en algún caso pudiera entenderse que algo, aún incuantificable, contribuye al origen de los incendios. Eso no quiere decir que no tenga nada que ver con ellos.
Claro que sí, claro que el cambio climático es un elemento muy importante en el desarrollo, incluso en el inicio, de los fuegos. La sequía, que avanza inexorable a lomos del descreimiento de quienes tienen medios y competencias para al menos mitigarla, hace que los campos y montes sean espacios en los que la aparición de una chispa, ya sea de tormenta o de un mechero o un vidrio haciendo de lupa, dé lugar a un fuego. Y la propagación de las teas ardiendo hagan el resto.
Negar la evidencia del cambio climático ahora, en 2022, será la chispa que origen incendios mayores en 2023, porque mayor será la mala situación de campos y montes si no se actúa en consecuencia.
Cuando en los próximos meses veamos noticias informando de la disminución de los caudales de riego, de los pantanos que abastecen de agua a ciudades y pueblos, iremos conociendo que esas disminuciones serán mayores en años venideros, y tendremos un panorama perfecto para que las llamas de los incendios alcancen más alturas.
Siempre se dicen, cuando se producen incendios, dos verdades: los fuegos se apagan en invierno, y los medios (bomberos y máquinas) no son suficientes.
Si a esto añadimos creencias (en el sentido de fe) de quienes tienen la obligación de prevenir (en invierno) y de atajar (con más medios) en verano los fuegos, de que el cambio climático no existe, que es una cosa de progres, tendremos cada año mayores y más devastadores fuegos.
A la verdad incontestable de que los fuegos se apagan en invierno, con múltiples acciones en campos y montes, tendremos que ir añadiendo acciones que reviertan o al menos controlen los efectos del cambio climático. Esto es, aumentando las inversiones en limpieza de montes, aumentando las medidas para que los pastos y matorrales no sean invasivos o se puedan controlar. Una máxima, cada vez más rotunda, al menos en Extremadura, debería ser la de luchar contra la despoblación, haciendo más habitables nuestros pueblos, aumentar la población y que esta sea el primer elemento que controle todos los elementos que, unidos, hacen que aparezcan los incendios.
Revertir, en un porcentaje significativo, la despoblación de nuestros pueblos, aumentará en el mismo porcentaje la prevención de los incendios y la incidencia sobre el medio rural del cambio climático.
Vale.