Anda estos días El Petiso imbuido de un notable furor guerrero con alma de legionario (de lejonario), movido entre Cetmes y Chopos, marcando el paso de 120, por el despacho arriba, el despacho abajo y sin más pausas para la hidratación que las que le obliga la resentida próstata. Está El Petiso en esos días que trata de que El Conejo Santi no le gane la mano en deferencias hacia el jefe del pelotón, y por eso se mueve desaforadamente en halagos y guatacas. Incluso se encarga de dar la comida a la mascota del cuartel.
En sus vueltas y revueltas por los recovecos del cuartel, y sin pararse en mientes de ningún tipo, El Petiso ha escudriñado en todos los rincones para ver qué sacos arrinconados, con arenas de las trincheras de Brunete, hay y si en alguno encuentra ese objeto que haga feliz al sargento de semana para que le pueda conseguir el pase de pernocta (pernocta, del latín pernoctare, que significa dormir fuera del cuartel).
Por fin, tras muchos días de idas y venidas, más idas, muchas más, ha conseguido encontrar lo que buscaba, para envidia de El Conejo, que seguirá una semana más teniendo que cenar la sopa sin fideos del rancho de la segunda comida del día.
Ha encontrado una figurita de un soldado, de barro, de un lejonario sin duda porque el gorro que lo cubre es un chapiri. Sabe El Petiso que esa figurita la va a gustar al sargento, y que, incluso, está seguro que se le derramará una lágrima de emoción. Cuando le lleva el papel del pase de pernocta para que se lo firme, sonríe, porque sacando la otra mano derecha de detrás de la espalda, colocará delante de su superior la figura y sin duda la firma la dará por segura.
Efectivamente, el sargento, complacido, le ha firmado el pase de pernocta para que El Petiso pueda ir a ver a su novia, y le ha dicho que mañana, a diana, lo quiere en el cuartel. A diana.
El sargento, guardando el muñequito de barro en el bolsillo derecho del pantalón de faena, le dice: – Quiero este muñeco, pero lo quiero ya, pero no de este tamaño. Lo quiero de 6 metros de altura, para que se vea desde todas las partes del cuartel.
… Y así fue cómo El Petiso se comprometió, pisándole cualquier tentación de idea que tuviera El Conejo, a erigir un menumento con motivo del centenario de la legión. Una figura de un lejonario con su chapiri y su cetme, en actitud de andar con el pie izquierdo (perdón, con el otro pie derecho) adelante.
Lástima que antes, mucho antes, otro Petiso había tenido la misma idea y fuera tan parecida, tan parecida, que solamente se diferenciaba en la gorra.
Vale