Son cada vez más las afirmaciones de ciudadanos que manifiestan su hartazgo de los medios de comunicación, en una gradiente que va desde el abandono de rituales o costumbres como la de comprar periódicos hasta la pulsión más actual de no querer ver los informativos de TV.
Personalmente, dejé de comprar periódicos, e incluso de leerlos cuando los tenía a mi alcance por razones de trabajo. Me limitaba a buscar si había alguna referencia a mi desempeño laboral. Normalmente he sido comprador de periódicos, uno de referencia nacional (en su tiempo Diario 16, luego El País, nunca los otros de Madrid) y muy a menudo un medio local.
Dejé de comprarlos porque entendía que el voraz acaparamiento de medios por empresas que solamente buscaban un control de su imagen, de limitar que los medios pudieran dañarla. Cuando desistí de informarme por la prensa escrita, busqué encontrar información en la radio, pero el proceso ha sido el mismo, hasta que llegadas las cadenas privadas de televisión, y asentadas en el espectro de las ondas, la realidad es que los dueños de esas ondas las utilizan como hondas para lanzarlas contra los ciudadanos, escondiendo la verdad tras sus bombardeos.
El que cada vez haya más personas en España que escapen (es difícil escapar ante tanto ataque) de las informaciones que venden los grandes grupos que dominan las cuentas y balances de resultados de los informativos, los periódicos, los boletines horarios, no hacen sino mostrar una sociedad débil, indefensa ante el abundante riego que reciben los ¿periodistas? Que son (eran) los encargados de difundir noticias.
Las noticias han dejado de serlo, se han convertido en publirreportajes al mejor servicio de quien tiene la llave de la caja fuerte de los informativos. Ya las noticias han dejado de tener los significados que le dan al vocablo las cuatro acepciones del diccionario de la RAE. Ya noticia es cualquier cosa que, insertada en un medio de comunicación, conviene a los intereses empresariales del amo.
Los artículos de opinión, esos que marcaban la dirección ideológica de los periódicos, los que hacían que unos pudieran ser definidos de progresistas y otros de conservadores, son ahora meras soflamas nacidas de la voluntad económica del socio mayoritario del consejo de administración.
Ya ni siquiera la publicidad (genuino vehículo de transmisión de intereses económicos) se libra de su utilización para aumentar las ventas, cuestión que nunca había estado discutida, sino como instrumento para atravesar las paredes de la razón y apelar a las bajas pasiones, que, al fin y al cabo es la diana a la que apelan los intereses económicos de los propietarios de los medios.
Afortunadamente, aunque en cantidad infinitamente inferior, la aparición de internet, con sus luces y sus sombras, nos permite ver la existencia de dos variables de información / opinión: una, la que transmiten medios digitales que gozan de independencia económica, frágil, pero independencia; y otra, la que usuarios de las llamadas “redes sociales” las utilizan para transmitir información pura y dura, y opinión libre. Este, y no otro, será el camino para que la información, la opinión y el periodismo, si se quiere en condiciones románticas o clásicas no mueran.
El único refugio de la información que va quedando es visitar todos los días los boletines oficiales del Estado y de las regiones… Vale