Más calma, Sr. Jalón

cercadelasretamas —  octubre 29, 2020 — Deja un comentario

El periódico demócrata EL BLOQUE publicaba el 17 de agosto de 1909 un artículo que había aparecido en El Norte Extremeño, que se publicaba también en Cáceres y que era el órgano de los liberales-demócratas. Al parece, las Ordenanzas municipales de Cáceres no permitían el paso por los soportales de la Plaza Mayor de aguadoras de Concejo con sus cántaros en la cabeza. Una criada que llevaba pocos días en la ciudad accedió a los soportales. El inspector municipal, Sr. Jalón hizo gala de sus galones contra la criada.

El tal Jalón debió crear escuela hasta bien entrado el siglo XX. ¿Recuerdan una lámina de la Maja Desnuda, una librería y un cabo municipal?

Además, en aquellas fechas, soldados españoles combatían a los rifeños en el Norte de África.

EL BLOQUE. Cáceres. Cabecera 17 de agosto de 1909

Más calma, Sr. Jalón.

Ayer á las diez y media de la mañana y en plena Plaza pública, presenciamos un suceso sin importancia, pero desagradable por todos los conceptos, á que dió lugar con su intemperancia y carácter brusco el inspector municipal Sr. Jalón.

Una infeliz doméstica llamada María Gómez, que presta servicios en la calle de Valdés, número 3, y que cierto hace muy pocos días está en Cáceres, desconociendo las Ordenanzas municipales, penetra, de regreso de la fuente de Concejo, en el final de los soportales de la Plaza con el cántaro á la cabeza. Más héte aquí que aparece de improviso la figura tétrica del Sr. Jalón, acompañado de un guardia, y después de grandes voces, ordena al municipal que lleve á la prevención á la doméstica, la que al oír aquellas frases se impresiona mucho y entre sollozos y lágrimas dice al Sr. Jalón que la perdone.

– A la prevé, repite el severo inspector en idénticas formas, y la muchacha, presa del mayor estupor, estuvo á punto de caer al suelo, cosa que no sucedió gracias á la oportuna intervención de un dependiente de comercio que al apercibirse del temblor de la chica, le quitó el cántaro de la cabeza.

El Sr. Jalón, al ver, por fin, el estado nervioso de la joven y las protestas de los presenciaron el sucedido, arrepentido sin duda de su ligereza, dio contraorden y dejó en paz a la sirvienta.

¡Qué falta hacía usted en Melilla, D. Paco!

A buen seguro que su presencia en aquellos campos, tal vez causarían á los rifeños más estupor que el que les causa la ascensión de los globos; y cuidado si éstos les aterra é impone.

¡Oh terror do mondo!

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