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El bar de Tirso

cercadelasretamas —  noviembre 12, 2020 — Deja un comentario

En 1945, la barriada del Espíritu Santo contaba con una fila de cinco casas en la actual calle del Río Turia (las llamadas casas del yugo), un indeterminado número de casas aisladas anejas casi todas ellas a hornos caleros y la piscina de falange. En la ortofoto de dicho año se aprecia que se trataba básicamente de terreno sin urbanizar, rústico.

Fragmento de ortofoto del Vuelo de 1945.

La ermita que da nombre al sitio estaba prácticamente arruinada. Nada hacía pensar que aquel embrión de población pudiera ir creciendo a medida que su subsuelo iba produciendo para la ciudad, al tiempo que su única fuente productiva (los hornos caleros) iba perdiendo fuerza, la fuerza que para las obras de mayor importancia iba ganando el cemento.

El barrio del Espíritu Santo representa los elementos originarios de la ciudad de Cáceres: el agua del Calerizo, las rocas convertidas en cales para la argamasa de sus construcciones, las cuevas de Maltravieso y el Conejar (antes conocida como Cueva del Oso), la considerada primera construcción religiosa de la ciudad (Ermita del Espíritu Santo).

Solicitud de licencia para local de despacho de bebidas.

Las cinco casas del yugo, la piscina de falange, los hornos caleros y las sencillas casas cercanas a los hornos… Sólo la Huerta del Conde daba a la zona una pátina de los nobles, hidalgos y clérigos que fueron los que escribieron la historia de Cáceres.

En ese año de 1945, Tirso Durán compró a Modesto Chacón (miembro de la familia a la que los vecinos, con el paso de los años, conocimos como los Chacones, propietarios de terrenos y también, durante un tiempo, de la Huerta del Conde) un solar de 125 m2, medianero por la derecha con otro de Antonio Ferrer, y por la izquierda con el de Baldomero Peña.

Informe de sanidad del distrito 5º (*)

 

Sobre ese solar, Tirso Durán construyó su casa y dejó una parte, menos de la mitad, para la apertura de un establecimiento de bebidas, el primero que hubo por la zona.

El bar de Tirso, en el que los cada vez más numerosos vecinos de la barriada jugaban al tute o a la rana, que en verano se jugaba al aire libre, colocando la rana pegada a la fachada y lanzando los tejos desde la mitad de la calle, aún sin ni siquiera asfaltar, con la tierra colorá característica y con algún peñasco que otro.

Con el tiempo, al bar de Tirso le surgió la competencia, prácticamente enfrente, del bar de Serafín, en la esquina de las actuales calles del Turia y del Darro, pero el bar de Tirso sigue existiendo. Con otro nombre, pero sigue existiendo, después de 75 años.

Vale.

(*)  Los documentos reproducidos en esta entrada proceden del Archivo Histórico Municipal de Cáceres.

Leyendas que dejan de piedra.

En una entrada anterior, de 2 de marzo de este año, titulada igual que esta, me refería a la leyenda que rodeaba un Cristo de piedra colocado en la fachada del convento de San Pablo a la plaza del mismo nombre. Ahora me quiero referir a la llamada Puerta del Cementerio, que en diversas publicaciones, básicamente, en blogs de internet se le viene dando a la puerta existente junto a los juzgados, en la intersección de la Av. de la Hispanidad con la Ronda de San Francisco.

Si se trata de mantener un cierto topónimo por proximidad, podría servir. Pero hasta lo que sé, no existe ningún documento que acredite que ese era el acceso a un “corral de los muertos”, como se llamaba antes del siglo XVIII. Que el cercado al que daba acceso esa puerta fuera en su día dividido en cuarteles, cinco concretamente, uno para cada parroquia (Santa María, San Mateo, Santiago y San Juan y uno “para el resto”), tampoco parece documentado.

En su recorrido por Cáceres, Pascual Madoz se refiere al cementerio inmediato a la ermita de San Blas. Cuando se publicó el tomo V de su diccionario (año 1846), el cementerio a que alude es el actual, con el tamaño por supuesto más pequeño, acorde con la población de la ciudad.

También se refiere Madoz a que hubo otros cementerios, uno junto al actual, y que se refería al que hubo junto a la ermita de los Mártires, para continuar “y en la arruinada ermita del Espíritu Santo, que dejaron de usarse por insuficientes”.

El cementerio que hubo junto a esta ermita estaba situado en sus laterales izquierdo y derecho y en la fachada posterior, en espacios realmente alejados de la puerta que se viene citando como del cementerio del Espíritu Santo.

La Huerta del Conde, de cuya propiedad formaba parte el cercado al que se accedía por día puerta, disponía además de otras dos puertas, la principal (además del acceso a la casa principal), situada justo enfrente de la que se conserva y de construcción y tamaño muy similar y otra puerta, más pequeña, sin arco de fábrica, en chaflán con el camino de la Bula, que separa esta finca de la casa de los Cedrún.

Las dos puertas principales, enfrente una de la otra, separadas por la Ronda de San Francisco (o camino viejo de Montánchez) eran puertas de carros, con suficiente altura para los varales de carros de paja o alfalfa, y también para el paso de jinetes, pues no hay que olvidar que el concurso hípico se celebraba en la Huerta, en su parte medianera con la Ronda, por ser el mejor terreno.

Ubicacion. Ortofoto 1956. Fuente sig.caceres.es

Decir que la puerta que quedó donde está porque así lo quiso un concejal de obras (con cierta sorna entonces, pero que ha devenido de utilidad pues es un freno necesario para regular el tráfico) era la del cementerio resulta atrevido. Máxime si cuando se construyó el primer bloque de viviendas, frente a El Marco, no aparecieron restos humanos, ni cuando se construyó el segundo, donde ahora esté el restaurante El Globo, ni cuando se construyó el colegio Donoso Cortés, o más recientemente los juzgado. Y, sin embargo, sí aparecieron cuando se realizó la urbanización que conforman las viviendas unifamiliares en torno a la Plaza de Fernand de Montlahuc, en la zona más próxima a la fachada posterior, y sin duda prácticamente hasta el muro de la ermita.

También, en los años 50 existía un corralón medianero con la ermita donde primero se hizo una casa, frente a la entrada que daba a los que ahora es la Roche Sur Yon, y luego se estableció una carbonería, al que algunos de los vecinos entonces más antiguo llamaban “el corralón” y desaconsejaban a los niños entrar en él, y cuya traza puede verse en las ortofotos de 1945, 1956 y 1961, con cercados que rodean la ermita y que estuvieron en pie hasta bien entrados los años 80. A medida que las ortofotos son más modernas se tiene mayor definición.

Ortofoto 1945. fuente: sig.caceres.es

Ortofoto 1956. Fuente: sig.caceres.es

Ortofoto 1966. Fuente: sig.caceres.es

Si se quiere forjar una leyenda en torno a una puerta cuya construcción está mucho más cercana al siglo XIX que al XVIII, puede aceptarse. Pero afirmar que esa puerta era la del cementerio…

Es más. De la olmeda plantada en el siglo XVIII, entre el puente de San Francisco y el final de la Ronda, solamente quedan vivos dos ejemplares, y uno de ellos, por perímetro del tronco, original, el más cercano a la puerta y a la calzada de la Ronda. Y el otro, apretado con el edificio de los juzgados, más nuevo, con tronco menor, que sin duda estaría dentro del cercado.

Vale.