Archivos para November 30, 1999
El pasado 8 de junio, el sindicato amarillo CSI-CSIF convocó una huelga en las administraciones públicas como respuesta a los recortes aprobados por el Congreso de los Diputados a iniciativa del Gobierno. La prensa, en su conjunto, y, especialmente la prensa que tiende sus redes de negocios en sectores políticos de derechas, inició un duro combate para obligar a los sindicatos de clase, CCOO y UGT, a que se sumaran a la convocatoria. La finalidad era clara: la huelga iba a ser un fracaso, y el fracaso pasaría factura a CCOO y UGT.
Los hechos así han venido a demostrarlo. Los empleados públicos dieron la espalda a los convocantes, como era previsible en la estrategia de CSI-CSIF, pero el marrón se lo comieron los sindicatos de clase. Picaron como pardillos.
El día de la huelga convocada, los gabinetes de comunicación de CCOO y UGT se esforzaron en un ejercicio inútil por trasladar éxitos de la movilización a los medios de comunicación que los habían abocado a la convocatoria y, simultáneamente, publicaban artículos de opinión, columnas, cartas, editoriales y comentarios de internautas en las ediciones digitales que han sido una losa que las direcciones sindicales tratan de levantar. Ese día, el sindicato amarillo CSI-CSIF permaneció prácticamente mudo.
Así, en vez de aprender de los errores, esto es, poner en su sitio al sindicato amarillo que los ha engañado (en realidad, Méndez y Toxo se han dejado engañar) y denunciar a las empresas editoras de los medios de comunicación que han dirigido concertadamente el mayor ataque que se ha perpetrado en España contra el sindicalismo, ahora anuncian una huelga general.
Mucho tendrán que cambiar las cosas, mucho, para que la convocatoria triunfe. No basta con anunciarla. Hay que trabajarla bien, elegir bien la estrategia de cara a los trabajadores y los centros de trabajo y menos entrevistas con periodistas que sirven a los intereses de la patronal, que se frota las manos con el descrédito mediático de los sindicatos de clase.
La primera medida, estratégica, que les puede y les debe reportar éxitos en la convocatoria, es no permitir que se les una, si lo intentara, cosa que dudo, el sindicato amarillo CSI-CSIF. O lo que es lo mismo: lo primero que deben hacer CCOO y UGT es recuperar la condición de sindicatos de clase, porque, de lo contrario, volverán a repetirse, sobre mojado, las acusaciones de burocratización, funcionarización, “liberados” y otros argumentos que las empresas mediáticas, participadas en muchos casos por empresas de otros sectores, tienen en su recámara para disparar contra los intereses de los trabajadores.
El Partido Gurtelar, que el domingo, por boca de la señora de López del Hierro, ataviada con pañuelo palestino de diseño, se decía defensor de los trabajadores, y que el lunes, la misma señora, ya sin el pañuelo, descalifica la huelga como instrumento de presión de las clases trabajadoras.
Vale.
Este sindicato es el mayoritario en las administraciones públicas, incluida, por ejemplo, la Junta de Extremadura, a pesar de la falacia de que para trabajar en ella hay que tener el carné socialista. Los sindicatos de clase se ven arrastrados a una huelga por su inferioridad en un sector que va a sufrir la crisis en grado mínimo.
En este ser arrastrados, los líderes de UGT y CCOO vienen haciendo declaraciones en el sentido de que consideran la huelga de funcionarios como la antesala de una próxima huelga general. Ya tocaba ésta, por otra parte, porque ya se cumplen los seis años de la llegada de Zapatero a la presidencia del Gobierno. El paralelismo con el 14-D es evidente.
Los sindicatos de clase con su actitud están haciéndole el trabajo a la derecha más reaccionaria de Europa, que, con la imagen de su jefe tumbado a esperar para recoger los frutos de su vagancia, se va a limitar a ganar las próximas elecciones sin haber demostrado algo más allá de la desvergüenza de los trajes de Francisco Rajoy.
Tienen razón los sindicatos en criticar al Gobierno por no imponer otras medidas, aquellas que hagan pagar a quienes, en los años de gobierno de la derecha aznarista, ganaron dinero a espuertas (¿dónde lo han metido?), y a quienes en ningún momento se enfrentaron porque no “vieron” que el modelo económico del llamado “milagro español” era un modelo insostenible. Y como todos los milagros, inexistente.
Hoy, los sindicatos de clase se han quedado sin profesores que los dirijan ideológicamente y sin alumnos deseosos de secundar sus proclamas huecas. Solamente los funcionarios, en su gran mayoría encuadrados en la derecha sociológica, les han obligado a secundar una convocatoria de huelga.
La realidad, hoy en España, es que la práctica sindical se ha convertido en un funcionamiento de gestoría. Los líderes sindicales no están en condiciones de movilizar a los trabajadores. Desgraciadamente.
Pero en esta crisis tienen la oportunidad, la llevan teniendo desde hace tiempo. Si los secretarios generales de UGT y CCOO hubieran exigido a la patronal que expulsaran de su presidencia a Díaz Ferrán sí estarían en condiciones de reclamar de los trabajadores su apoyo. Cándido Méndez y Toxo están asumiendo, con naturalidad, que la contraparte en la patronal sea un sujeto que no está capacitado para representar a los empresarios. O, lo que es más grave, están negociando con unos empresarios bajo sospecha y ellos mismos están bajo la misma sospecha.
Expulsando de la mesa de negociación a Díaz Ferrán, habrían conseguido, además, eliminar a un negociador que está apuntalando determinadas decisiones economicistas para tratar de salir de la crisis. O lo que es lo mismo, habría sido un mensaje determinante para Zapatero.



