El día antes de la sesión y nombramiento de Rada como hijo adoptivo, el 28 de diciembre, fueron detenidas muchas personas, muchos cacereños, muchos inocentes, hasta doscientos, a los que se ordenó, en sumarísimos consejos de guerra, fusilar, todo ello por orden del propio Rada.
Las sentencias a muerte se ejecutaron inmediatamente en el campo de tiro de pistola del cuartel Infanta Isabel, incluida la de mi tía abuela, una “peligrosa” conspiradora de 23 años, Dionisia Sánchez Martín, hermana de mi abuelo, que había venido de su localidad natal, Junciana, en Ávila, para ayudar a mi abuela Ramona a cuidar a los hijos.
También, el valiente Rada y sus esbirros detuvieron, precisamente, a Ramona Navarro Bravo, mi abuela, que estaba embarazada de siete meses, cuya condena rezaba: “Su ejecución tendrá lugar transcurridos 40 días desde el alumbramiento, continuando mientras tanto detenida en la Casa de Maternidad a la que será trasladada con las precauciones debidas. Se ordena al director del Hospital nº 1 donde está situada dicha Casa que avise tan pronto como el alumbramiento tenga lugar a los efectos de ejecución”.
Seguramente, con la lectura de este acta personal podrán los lectores de la misma, hacerse una idea de la catadura moral de los miembros de la gestora y del propio Rada.
El Extremadura, diario de Acción Católica, insertaba un escrito oficial del alcalde Narciso Maderal, bajo el antetítulo “Después del complot”, hacía “un llamamiento a todos los cacereños”. El alcalde jaleaba la valentía de Rada dando fin al complot, e incluía los siguientes párrafos: “pero la generosidad y patriotismo tantas veces puesto a prueba en Cáceres y todos los pueblos de la provincia, reclaman una nueva demostración expresiva de su españolismo y adhesión a la causa que encarna el Generalísimo Franco, mediante el premio que se merecen los que tuvieron el valor cívico de servir los altos intereses de la Patria, poniendo en conocimiento de la autoridad superior militar, todo cuanto se tramaba.
A todos se les debe una recompensa y para ello me permito hacer un llamamiento a todos los cacereños, a fin de que se suscriban con las cantidades que en buena voluntad les aconseje, cuyos donativos recibiré en mi despacho, para hacer entrega de la cantidad que se recaude a la autoridad militar, quien después la distribuirá en la forma que mejor le parezca”.
En las fechas siguientes, el Extremadura, diario de Acción Católica fue dando cuenta de las donaciones recibidas destinadas a los delatores del presunto complot.
La delación, pura y dura, por recibir recompensas económicas, sirvió para que los voluntarios a buscar su óbolo afinaran su interés, aun sabiendo (o quizá por ello), que cualquier nombre que pusieran en la mesa del sanguinario Rada sería sometido a un juicio sumarísimo, que terminaría con condena a muerte y a ser pasado por las armas en el campo de tiro de pistola del cuartel del regimiento Argel.
La desnudez del acta de la gestora municipal y el entusiasmo con el que el diario de acción católica recogía cualquier información de ensalzamiento de los golpistas y, sobre todo, su odio, el odio que destilaban sus páginas contra los rojos, los leales a la República no dejan lugar a dudas.
Esta página, y otras muchas como esta forman parte de los méritos que se concitan para que el diario de Acción Católica haya sido recompensado por la Junta de Extremadura con la medalla de la región.
La actuación de la comisión gestora del Ayuntamiento no dejaba lugar a ninguna duda en cuanto al posicionamiento de la gestora, y más cuando el alcalde Antonio Canales había sido ejecutado el día 25, solo cuatro días antes. La condena a muerte de Canales fue ratificada por Francisco Franco directamente, tras sucesivas apelaciones y gestiones de vecinos de la ciudad de todo signo.
El profesor Chaves, autor de “Tragedia y represión en Navidad”, considera que de no haber mediado el supuesto complot de Máximo Calvo, la sentencia de Canales no se habría cumplido.
Por otro lado, el complot, el presunto complot urdido por Máximo Calvo no fue sino la excusa para cumplir con las previsiones de los golpistas. Hasta las Navidades de 1937 la ciudad de Cáceres no había sido especialmente sometida a un estado de terror, y la provincia no se había visto especialmente sacudida por tropelías y abusos de los insurrectos. Esto no quiere decir que cualquier ejecución en cualquier pueblo no fuera traumática. Las sacas, los paseos hasta, por ejemplo, la mina de La Paloma (Zarza la Mayor), sí iban en ese sentido.
Aquel 29 de diciembre de 1937 fue, sin duda, un día infame, que además fue el arranque de otros muchos que le seguirían.
El llamamiento del alcalde golpista se tradujo en un reguero de aportaciones, unas de vecinos de la ciudad sin especial significación, otras de personas conocidas de sectores del comercio, los almacenes y otros. Es conocido que en muchas empresas los propietarios obligaban a sus empleados a hacer donaciones.
Por otro lado, es necesario recordar que el propio comunicado del alcalde golpista señalaba que lo recaudado se entregaría a Rada (“la autoridad militar”), quien se encargaría de distribuirla, es decir, de pagar a los delatores.
Los que ocuparon la alcaldía encaramados a los traidores al orden constitucional, y solo cuatro días después del fusilamiento del alcalde legítimo, convertidos en recaudadores de fondos para pagar a convecinos entregados a la delación. Todo muy edificante.
La primera relación de donantes estaba encabezada por el alcalde golpista, Narciso Maderal, fue publicada el día 30 de diciembre bajo el título “Nobleza obliga”, y el subtítulo esclarecedor de “para premiar a los que denunciaron el complot”.
La lista de donantes para pagar a los delatores tiene nombres conocidos, como el Bazar El Siglo, con 25 pesetas, o sucesores de Víctor García, con 500 pesetas. También Gabino Muriel (miembro de la gestora municipal), con 100 pesetas, o el restaurante Patete, con otras 100, y Edmundo Cordero, de “El Mercantil”, con 50 pesetas.
Aquel mismo día 30 de diciembre, el periódico de la acción católica recoge en su primera página la referencia al nombramiento de Rada como hijo adoptivo de la ciudad y a la convocatoria de una manifestación en su honor y de gratitud que estaría encabezada por el alcalde golpista.
El día 31 de diciembre de 1937 la “información” era la misma: seguían publicándose felicitaciones al criminal Rada, y también relaciones de súbditos que hacían aportaciones económicas para que por la autoridad militar se recompensara a chivatos y delatores.
La relación de ese día comenzaba con un saldo anterior de 4.340,25 pesetas, siendo al final de la relación publicada de 6,730 pesetas. En esa relación aparecen apellidos “ilustres” de la ciudad, como Murillo, Bernal, Leal Ramos, Carretero, Gómez Saucedo, Hurtado Muro…
Mientras esto sucedía, mientras los cacereños pasaban por el ayuntamiento ocupado por los golpistas para apoyar la delación, seguían produciéndose sentencias de muerte que eran ejecutadas rápidamente. Entre esas sentencias estaba la de Ramona Navarro Bravo, citada al comienzo de este escrito.
Manuela Canales Duque, Antonio Moreno Moreno, Samuel García Malafé, Pedro González Agudo, Isidra Gómez Jiménez, Ángela Navarro Díaz, Dionisia Sánchez Martín, Aniceto Adrián Álvarez y Manuel Álvarez Calderón fueron los pasados por las armas el día 31.
Vale





