Cáceres: Memoria Histórica y Democrática (I)

cercadelasretamas —  noviembre 14, 2025 — Deja un comentario

Ahora, cuando en 2025 recorremos las calles de cualquier ciudad y repasamos, mentalmente, su callejero, podemos entresacar algunos elementos que nos señalan hitos relevantes de la historia.

El desarrollo urbano de Cáceres puede atisbarse repasando su callejero y pensando por qué algunos topónimos se han fosilizado en él, y cómo otros nombres dan contenido a la trama urbana. Como en cualquier otra capital de provincia.

Algunas calles cambiaron hace tiempo su denominación, otras son nuevas calles con nuevos nombres, y todas con su puntito, o su puntazo, de historia.

Estoy seguro que si preguntamos a vecinos de la ciudad sobre el nombre de la calle en la que viven y los méritos que la denominación haya podido presentar para ello, nos encontraremos con que habrá quienes no tengan idea de ello, y otros, en cambio, conocerán su historia.

Esto sucederá sobre todo cuando esas denominaciones respondan a nombres y apellidos de gentes que vivieron en épocas o años anteriores. Incluso, muchas veces sucede que de un mismo hecho histórico (local o nacional) surgen varias denominaciones.

En el caso de la ciudad de Cáceres, nos fijamos en uno de los hechos más trascendentales de la guerra civil. Nos referimos a las Navidades de 1937, que se saldaron con el asesinato de 237 civiles, hombres y mujeres. Unos hechos duros y dolorosos para las familias afectadas, que a lo largo de los años vienen siendo los más recordados de la guerra.

A partir del 27 de diciembre de 1937, los militares golpistas, al mando del gobernador militar Rada Peral, redoblan su ofensiva sobre distintos grupos sociales, al haber detectado la presencia en Cáceres de Máximo Calvo, alcalde de Cadalso, y creer que lo detendrían enseguida.

Sin embargo, la detención no se producía, pero los registros en viviendas, las detenciones de ciudadanos, hombres y mujeres, se sucedieron a partir de ese momento.

Durante los días 27, 28, 29 y 30 de diciembre se realizaron múltiples detenciones, y desde la capitanía de la VII División (Valladolid), a la que pertenecía Cáceres, se destinó a la ciudad al Comandante Ricardo Fajardo, para que estuviera al frente de los distintos procedimientos que se seguirían. Parece que Fajardo fue instructor en 1921 con motivo del Desastre de Annual.

A medida que las pistas o delaciones iban acercándose o alejándose de Máximo Calvo, los sublevados, bien soldados o guardias civiles o falangistas, buscaban aumentar el terror entre la población. Visitaban las viviendas una, dos, tres veces en pocas horas, preguntando por alguien de la casa, intentando que los moradores se pusieran nerviosos, se contradijeran, para apuntar lo que pudiera resultarles significativos.

Cuando buscaban por el pequeño caserío del barrio de San Marquino, confirmaron que en alguna de sus casas podía haber estado en días anteriores oculto Máximo. No tenían más información, pero la creencia de que por allí había estado el alcalde de Cadalso, redobló el interés por las familias, o por algunos de sus integrantes, lo que, a base de delaciones les fue revelando algo en lo que fijarse.

El periódico de Acción Católica, ferviente propagador de los designios de los militares golpistas, incluyó en su primera página de la edición del 28 de diciembre, una crónica de los asesinatos cometidos, día a día, por los sublevados, con la “cobertura” de un tribunal de guerra permanente y de urgencia que, farsas de juicios, iba condenando, uno a uno, a muchos cacereños, hombres y mujeres que no podían defenderse, incluso porque los que actuaban bajo el nombre de defensas, no decían nada, o asentían, a las acusaciones de que eran objetos los reos, porque en realidad pertenecían a la misma calaña.

Así, mientras la guardia civil buscaba a Máximo Calvo por las cuatro casas de San Marquino, se llevaban presos o pacíficos vecinos, como en los días siguientes hicieron en la calle de la Pulmonía, cuando ubicaron en alguna casa de dicha vía al alcalde de Cadalso. Si cabe, en dicha calle actuaron con mayor saña contra sus vecinos y vecinas.

El Extremadura de 28 de diciembre, al que antes me refería, publicaba una información de cómo venía actuando el tribunal de urgencia, consejo de guerra permanente.

El 25 de diciembre de 1937, día de Navidad, a las trece horas y treinta minutos fueron juzgados nueve hombres, y condenados a muerte, siendo pasados por las armas a las dieciocho treinta. El lugar: el campo de tiro de pistola del Regimiento Argel 27. Junto a estos nueve fueron fusilados otros veinticinco presos que ya había sido juzgados en fechas anteriores.

El 26 de diciembre de 1937 fueron juzgados y condenados a muerte otros diez, que fueron fusilados a las ocho horas del día siguiente. Hubo dos fusilamientos más, condenados en otro consejo de guerra.

La información de Acción Católica termina con el siguiente párrafo:

Igualmente, y en consejo de Guerra permanente celebrado en esta plaza en el día 27 del actual, a  las trece horas, se ha dictado sentencia imponiendo la pena de muerte al paisano Francisco Naranjo Pérez, la cual se ha llevado a efecto a las 17 horas, siendo pasado por las armas en el campo de tiro de pistola del Regimiento de Infantería de Argel indicado individuo”.

El día 29 de diciembre parece ser que no hubo ni detenidos ni sesiones del tribunal de urgencias, aunque la sensación de terror persistía, que era en gran medida, lo que buscaban las acciones ordenadas por Rada. Y esto era así porque los procesados en días anteriores seguían pesando sobre una población civil que había apoyado a la República. No hay que olvidar que hacía escasos tres días que habían sido fusilados el alcalde de Cáceres y el presidente de la Diputación, entre otros ciudadanos.

De hecho, el mismo día 29 fueron asesinados seis ciudadanos más: Norberto Holguín Canales, Cándido Holguín Canales, ambos de Navas del Madroño, Joaquina Redondo Mena, Daría González Revilla, Isabel Santillana Fernández y Narciso Enrique Santillana Fernández, los cuatro vecinos de Cáceres capital.

En 1937 la población de Cáceres era alrededor de 29.000 habitantes, sin contar los militares. Los movimientos de militares, guardias civiles, falangistas, unos buscando a Máximo Calvo, otros cumpliendo la finalidad necesaria para los golpistas, la de aterrorizar a la población. La historia de estar buscando al alcalde de Cadalso por San Marquino, una zona demasiado pequeña, no debía suponer ningún progreso para los golpistas. Cuando los días 25 y 26 de diciembre centraron sus pesquisas por la calle Gómez Becerra, aumentaron sus esfuerzos.

Plano de Cáceres. 1931. SIG-CÁCERES. Ayto. Cáceres.

No hay que olvidar que ya conocían la zona (no por su situación física) porque en la manzana en la que luego detectaron a Máximo Calvo, una de sus esquinas era la confluencia de Gómez Becerra con la calle Libertad (luego bautizada como Hermandad).

La muerte de Máximo Calvo, lejos de calmar los ímpetus de los pelotones de insaciables buscadores de presuntos conspiradores, siguieron presuntos conjurados contra los golpistas.

Si comparamos los planos de la ciudad de Cáceres de 1931 y 1942, las diferencias en crecimiento de los barrios, de las calles de la ciudad, resultan muy poco significativas. La calle Gómez Becerra solamente tenía un corto acerado en la margen derecha, con dos viviendas, una el conocido chalet de los Pomet Correa, mientras que la acera izquierda llegaba en 1931 hasta al menos el número 27, siendo entre el 21 y 23 donde hacía esquina con la ya citada calle de la Libertad.

Para muchos cacereños de entonces, y especialmente para los vecinos de Gómez Becerra, era un punto de orgullo, porque era en la Libertad, en su primera casa de la derecha vivía Antonio Canales González, alcalde de Cáceres hasta el golpe de estado. Un alcalde cuya detención causó en algunos ambientes de la ciudad verdadera sorpresa, y más cuando se conoció que fue condenado a muerte, fueron muchos e importantes vecinos los que intercedieron por su vida. Las sucesivas apelaciones culminaron con la ratificación expresa de Franco de la pena de muerte, cuya ejecución coincidió, trágicamente con la furia represora desatada por Rada.  

Vale.

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