En estos días se ha celebrado en San Sebastián una primera reunión entre el Ministerio de Cultura y las ciudades que han manifestado su interés por ser la representación 2031 de la cultura europea.
Por supuesto, los concejales de la ciudad de Cáceres que asistieron a la cita han vuelto con muy buenas impresiones y han extraído una primera e importante lección: hay que formular un gran proyecto.
Un gran proyecto que debe tener, a mi parecer, un anclaje en la historia y en el territorio y elevar su mirada hacia el futuro. Ese anclaje debe ser, creo, el presente, en la confluencia del pasado con el territorio. Estamos aquí, en este territorio porque nuestros antepasados recorrieron un largo camino, durante miles de años, y a nosotros nos corresponde coger el testigo.
El pasado, amplio, de miles de años, nos obliga a un presente que es el de hacer valer la herencia acumulada y a presentarla al mundo orgullosos y agradecidos.
Sin embargo, el año 2031 se muestra incierto, en un mundo incierto, cambiante, que nos zarandea a diario y nos empuja a asirnos a los estribos y agarraderos que más a mano tengamos. En la medida que el mundo es cambiante e incierto ahora en 2025, no sabemos si seguirá siéndolo en 2031, si en ese futuro año tan cercano ya habrán sucedidos grandes cambios.
Por ello, la primera definición del Proyecto 2031 de Cáceres deberá ser flexible, pero firme. Flexible para buscar la adaptación y firme para asumir y aceptar las variaciones que, sin duda, surgirán a lo largo de los años venidero.
La segunda cualidad deberá ser la solidez, que estará fundamentada en la historia que nuestra ciudad puede mostrar, y debe hacerlo porque es seguramente, entre las aspirantes, la que puede presentar la más amplia historia. Pero esta no puede ser una pesada ancla que impida alzar el vuelo.
También es cierto que no basta con la historia, la nuestra, y con nuestra voluntad de futuro para cose un buen proyecto.
Hace falta que nada que hagamos o propiciemos, pueda poner en peligro nuestros puntos de partida. Nada que atente contra nuestra historia, contra nuestro presente, contra nuestro territorio.
Nada como una megamina de litio que sea susceptible de atentar, por contaminación, contra la vida de los 100.000 habitantes de Cáceres, que pueda atentar contra el Valor Universal Excepcional que es la Ciudad de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad. Nada que atente contra nuestro río, nuestro mar, El Calerizo a cuyo abrigo aparecen las pinturas prehistóricas más antiguas conocidas en el mundo.
Si queremos presentar un proyecto que cautive a la Europa de 2031, sea como sea esta, debemos desde hoy mismo remover cualquier obstáculo que lo pueda impedir.
Y una megamina de litio como la que algunos (incluidos cacereños y cacereñas de pro) pretenden, es un obstáculo que debemos remover.
Vale.



