La ciudad de Cáceres, es dos veces milenaria, años que se contemplan en las torres, en las murallas que alcanzaron la declaración de Patrimonio Mundial en 1986, y que tiene en sus tierras, suelos y subsuelos elementos que demuestran la presencia humana en, al menos, sesenta y cinco mil años.
Esos miles de años que nos dan a los cacereños nuestra razón de ser están en peligro, en el peligro de ser borrados por la apetencia de especuladores que ignoran nuestra historia y la ceguera de nuestros gobernantes. Gobernantes que hemos elegido, pero no para llevarnos a un desastre.
¿Qué garantías se perciben en el proyecto presentado y PREMIAdo por nuestros gobernantes de que no alterará nuestra historia, nuestros miles de años?
La ciudad Patrimonio de la Humanidad se asienta en unas suaves colinas que son la continuidad física con la llamada Sierra de la Mosca, formando parte de esta. Y es en la citada sierra donde quieren enclavar la mina.
En esas suaves colinas se asentaron los romanos, que la amurallaron junto a un a fértil ribera, en la que luego los musulmanes construyeron su ciudad, su mezquita, sus palacios, aprovechando los asientos de piedras romanas. También construyeron sus casas los judíos, antes de su expulsión, y finalmente los cristianos, que forjaron la historia, sobre cimientos romanos, torres almohades, iglesias cristianas.
Pero antes, antes de los romanos, los árabes, los judíos, los cristianos, hubo unos primeros pobladores, que se asentaron justo al lado de las suaves colinas y en el llano antes de la Sierra de la Mosca. Aquellos primeros pobladores entendieron que tenían la oportunidad del agua subterránea, para buscar el abrigo de las rocas para resguardarse en los tiempos fríos, o de láminas de agua en superficie.
Entre las rocas, en las que sentían abrigo y defensa ante animales más fuertes, podían acceder al agua, que, con el tiempo, era la misma agua que durante muchos siglos surtía desde el desaguadero de El Marco a la fértil ribera árabe, o que con el andar de los años sirvió para el abastecimiento de agua a una ciudad cada vez más creciente.
Aquellas rocas que cobijaron a los primeros pobladores se conocen hoy como las Cuevas del Oso (o del Conejar), de Santa Ana, de Maltravieso, siendo en esta última donde se han datado por la ciencia las primeras pinturas de arte prehistórico, hace unos 65.000 años.
Toda esta historia, la de las Cuevas, la de las murallas romana y almohade, la del barrio judío, la de las iglesias cristianas, la del agua que reposa bajo nuestros pies en el Calerizo, es la que una mina de un grupo de especuladores insaciables y unos gobernantes ciegos ponen en riesgo.
Vale.



